PEQUEÑO GIGANTE
(1 Samuel 17:45-47)
Pero David le contestó:
— ¡Y tú vienes a pelear conmigo con espada, y flechas y lanza! Pues yo vengo en el nombre del Dios todopoderoso, el Dios de los ejércitos de Israel, a quien te has atrevido a desafiar. Hoy mismo Dios me ayudará a vencerte, y te mataré y te cortaré la cabeza. Hoy mismo alimentaré a los buitres y a las bestias salvajes con los cadáveres de los soldados filisteos. ¡Y todo el mundo sabrá lo grande que es el Dios de Israel! »Todos los que están aquí se darán cuenta de que es Dios quien da la victoria en las batallas. Dios nos dará la victoria sobre ustedes, ¡y así sabrán que para triunfar, Dios no necesita de espadas ni de flechas!
David era un muchacho insignificante para muchos e incluso, también, para su propia familia, entre los hermanos de David había hombres de alta estatura, guerreros del ejército de Israel. Entre sus hermanos se encontraban hombres de hermoso parecer. David siendo el ultimo de la familia, no era el José amado y consentido de Jacob, sino, era el último; último en ser recordado, último en ser llamado. Era el mandadero de su padre, servidor de sus hermanos, el olvidado de la familia. Aparentemente, en nuestra actualidad, podemos decir de él que era el marginado y olvidado de su enorme familia. Pero, ¿Quién no ha sentido que a veces no pertenece a ningún lugar y muchos menos al seno familiar? ¿Quién no se ha sentido rechazado, olvidado y hasta discriminado?
David pasaba sus días en aparente soledad, abandonado al frio y al calor, abandonado y prácticamente entregado a la violencia que podían ejercer sobre él alguno o muchos hombres bandidos y malvados o hasta la propios animales silvestres y salvajes; violencia que a David pudo ocasionarle algún o muchos problemas psicológicos, físicos e incluso la muerte.
Tal vez si David hubiese vivido en nuestros tiempos, se deparaba para él un futuro lleno de inseguridad personal, traumas, complejos, se deparaba que sería un hombre temeroso, indeciso, enclenque y triste fantoche. O tal vez si David en medio de su aparente soledad y abandono hubiese optado por la delincuencia, las drogas o cualquier otro vicio, si hubiese optado por ser rebelde, un tipo sin sentimientos aherrojado a una retorcida y depravada maldad, la sociedad diría que el problema fue su abandono, la indiferencia de sus padres, que no le brindaron seguridad, amor, etc., etc., etc.…
Pero David llegó a ser uno de los reyes más poderosos y amados por su pueblo, e incluso el propio Dios dijo de él que era conforme su corazón. Entonces, ¿Qué hizo la diferencia para que David no creciera malogrado y lleno de falencias?
El insignificante y olvidado David, en medio del frio nocturno, de las incansables vigilias, del insufrible calor del desierto, del silencio y el cantor de los grillos y chicharras, en medio de todo eso, y en su corta edad, en la soledad; en su soledad y abandono, encontró la compañía divina, por medio de salmos y seguramente largas pláticas, algunas amenas, otras tristes, con Dios. Y en esos momentos, aunque el hombre le haya dejado a su suerte, era recordado por Dios y antes sus ojos, David, no era insignificante, no era un abandonado, era de alta estima, a tal punto de decir de él que era alguien conforme su corazón, y en total anonimato mandó a Samuel que lo ungiese como rey de su pueblo, rey de Israel.

Porque en medio de todo su presente y en aquella soledad que siempre es una mala consejera, se relacionó con Dios. Y como recita aquel dicho popular, dime con quién andas y te diere quien eres, David frente a su pueblo temeroso, frente a un gigante orgulloso que junto a su pueblo hacían escarnio de Israel, demostró que aunque aparentemente solo y abandonado, andaba con alguien, y demostró quién era… era un ¡GUERRERO DE DIOS!

No hay comentarios: