LLAMADOS PERO NO ESCOGIDOS

Jesús enseñó principios de su reino y todo aquel que los practica goza de sus beneficios. 
En Mateo 22: 1-14 nos narra la historia de un rey que se indignó ante la mala actitud de aquellos que habían sido invitados a la boda de su hijo, a los cuales desechó para que ya no asistan a la boda, y mandó a sus siervos ir a las esquinas de los caminos e invitar a todo aquel que pasaba por ahí. La narrativa termina con estas palabras del rey: “muchos son los llamados pero pocos los escogidos”. 
Para explicarnos mejor pondremos de ejemplo la educación.La constitución peruana nos dice que todo ciudadano tiene derecho, entre otras cosas también, a la educación (centrada o enfocada en la educación académica). Ahora, entendemos por esto que todos los peruanos y futuros peruanos somos predestinados a ser educados. En Juan 3:16 se nos dice que de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su único Hijo, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Entonces siguiendo esta verdad nos damos cuenta que pesa una invitación sobre todo ser humano, nacido y por nacer. La invitación a vivir junto a Dios la vida eterna. Por lo tanto como consecuencia lógica podemos decir que todo ser humano está predestinado a vivir la vida eterna con Dios por medio de la invitación que es el mismo Cristo, como corrobora y afirma Juan 6:40. Entonces, volviendo al ejemplo de la constitución, todo peruano tiene derecho a la educación, pero no todo peruano accede a este derecho, tal y como sucede con algunas etnias y/o zonas rurales donde la educación académica aun no llega o es muy difícil acceder a ella. Lo mismo sucede con la invitación divina de vivir la eternidad con Dios, pues existen zonas en el planeta que desconocen de esta invitación ya sea porque aun no llega a ellos o porque es muy difícil hacerles conocer dicha invitación.
De los peruanos que sí tienen acceso a la educación observamos tres tipos:
1. Los que tienen acceso pero no acceden: En algunas zonas rurales o periferias urbanas los padres o tutores de los menores no los envían a alguna institución educativa ya que para ellos es una pérdida de tiempo, porque piensan que es una actividad poco o nada provechosa, por lo tanto prefieren mandarlos a trabajar desde muy temprana edad. En este grupo también hay aquellos que sí han sido matriculados en algún centro educativo pero que escasamente asisten y casi nunca se les ve en el aula de clases. Para este tipo de personas es también aburrido, molesto y feo asistir a clases, prefieren vagar o en muy minúsculos casos prefieren por su propia cuenta trabajar. Como consecuencia de esto pierden el año, lo repiten, abandonan el centro educativo y en su mayoría se vuelven en parásitos de la sociedad y/o infractores de la ley.
Así también en estos tiempos actuales y en esta parte del mundo la invitación divina es accesible y está dada para todos, pero no todos quieren acceden a ella. A este tipo de personas les parece poco o nada provechoso, y mejor se dedican a hacer otras cosas y no tienen el más mínimo interés sobre la invitación. También en este tipo de personas hay aquellos que tal vez nacieron en cuna cristiana pero que les molesta, aburre y les parece feo aceptar la invitación que sus padres o tutores abrazaron. Este tipo de personas viven sus vidas a su antojo, rechazan la invitación y se deleitan infringiendo la ley divina (Éxodo 20: 1-17). En la educación este grupo es una minoría, sin embargo en lo espiritual las personas que rechazan la invitación divina son muchas.
2. Los que tienen acceso pero solo van por cumplir: Es ese tipo de personas que asisten a cualquier centro educativo por complacer a sus padres o tutores, ya que si no lo hicieren así pueden terminar siendo castigados físicamente o con prohibiciones y restricciones. Este grupo asiste, pero sus notas rozan con lo desaprobatorio o no pasan del promedio regular. Casi nunca tienen un calificativo alto y ni pensar que puedan tener alguna mención honrosa o algún diploma de algo. En este grupo de personas también hay las que usan su centro educativo como escape de la realidad de sus hogares o porque su vida social está ahí. Son expertas en reinventar métodos para copiar eficazmente en el examen. En su grupo de trabajo son las que menos aportan pero más exigen, y en el día de la exposición o se les suele ver intentando aprender lo que no estudiaron en todo el semestre, o simplemente no asisten a la exposición porque justo ese día amanecieron con un “extraño” dolor de barriga o cabeza y una fuerte fiebre sin temperatura. Pero eso sí, con tal que no sea estudiando, cualquier método para pasar de año es permitido y válido, desde ingeniosas formas de plagio hasta las compras de rifas a los profesores. Los que fracasan en copiar y no cuentan con el dinero para las rifas terminan repitiendo el año una y otra vez. Y es una constante que se repite en el colegio y en el instituto o universidad. Es este grupo el que no tiene nada claro en la vida, porque es su propósito estudiar por cumplir y no por avanzar. Muchos de ellos en la vida adulta son desempleados sin oficio ni beneficio, si han terminado su carrera están ocupados en cualquier cosa, menos en lo que estudiaron y si ejercen seguramente están dentro de lo mediocre ya que sin corrupción no pueden alcanzar nada. La mayoría de las personas que optan por recibir la invitación de Dios están en este grupo. Y ya que el aceptar la invitación implica ser parte del cuerpo de Cristo, ellos asisten a una iglesia; algunos, por complacer a alguien, ya sea a sus padres o tutores o a las personas que quieren conquistar o ya conquistaron. Otros lo hacen porque ya nacieron en ese ambiente y su mayor círculo social se encuentra ahí, por lo cual muchas de estas personas no abrazan la invitación, pero sí saben de memoria el mensaje que les invita a aceptarla.
También hay un buen grupo que ha aceptado la invitación divina o es parte de alguna comunidad cristiana porque equívocamente piensa que aceptar a Cristo les exonera de problemas, enfermedades o dificultades en esta vida, tienen el errado pensamiento de reducir el reino de los cielos al vil comercio de los mercaderes de la fe. Este tipo de personas son los bien llamado “tibios espirituales”, personas que nunca crecen en el evangelio de Cristo y si lo hacen es de manera torcida. Se saltan etapas, hacen trampa y aunque parezcan parte del cuerpo de Cristo o parte de la comunidad cristiana, no lo son. Este tipo de personas son extremadamente peligrosas pues causan divisiones, son experimentados guías de pecado, listos para realizar un tour vivencial a cualquier tipo de pecado. Por este tipo de personas es que usualmente el nombre de Cristo es blasfemado y tomado en poco, también es por este tipo de personas que los cristianos son tomados como gente vil y despreciable, como fantoches y simplones.
3. Los que tiene acceso y le sacan provecho: Ellos desde pequeños aun no entienden la gran importancia que la educación dará a sus vidas futuras, pero aun así se aplican al estudio. Son los que por lo general terminan haciendo gran parte o todo el trabajo grupal. Muy escasamente sacan alguna nota promedio ya que casi siempre sus calificaciones son altas. Ellos sacan diplomas todos los años y tienen menciones honrosas. Los dos tipos antes mencionado son los que les extorsionan o les hacen bulling por nerds. Estas son las personas que pueden sacrificar un momento de juego por estudiar para un parcial. Que pueden sacrificar hoy muchas cosas para que mañana las puedan disfrutar más y mejor. Son estos tipos de personas los que logran puestos importantes en el área donde desempeñan sus profesiones, son estos tipos de personas que en su mayoría son exitosas secular y socialmente. Llegan a ser los jefes o empleadores de los dos primeros tipos mencionados. Son personas que llegan a cumplir casi todas sus metas y propósitos seculares. En este grupo son escasas las personas que fracasan. Espiritualmente este tipo de personas son las que abrazaron la invitación de Dios con todo su corazón, que no están para perder el tiempo viviendo vanidades, sino que su mayor y único propósito en la vida es que Dios utilice todo lo que en ellos pueda ser utilizado, para que otras personas también reciban la invitación y tengan la oportunidad de abrazarla. Son las personas que se aplican en la oración, en el ayuno y en la meditación de la Palabra. Son personas que están dispuestas a sacrificar hasta su propia vida por ser participes de aquella sublime invitación. Es por este tipo de personas que Dios obra en milagros, sanidades y prodigios en el mundo de los mortales. Y son escasos los que llegan a fracasar y abandonar la invitación. También pueden caer en el orgullo de creerse los únicos instrumentos de Dios, pero de esto son escasos.
Entonces, estos tres tipos de personas son llamados a pasar la eternidad con Dios, pero algunas están más cerca que otras de lograrlo, y los que lo logran son los elegidos, no de una manera arbitraria sino por su constancia y perseverancia después de aceptar a Cristo como único mediador entre Dios y los hombres. La salvación no es por obras, pero sí somos salvos para hacer buenas obras, obras dignas de arrepentimiento. Jesucristo puede demorar en regresar para llevar a su iglesia, pero al hacerlo llevará a los que perseveraron hasta el final, los que constantemente mantuvieron limpias sus vestiduras acercándose al Trono de la gracia. Así es que el principio bíblico de muchos son los llamados pero pocos los escogidos se aplica a todas las áreas de la vida. Muchos son los llamados a conocer algo por medio del estudio, pero no todos llegan a conocer cabalmente lo que promediamente deberían aprender. Solo los que se esfuerzan logran aprender algo y seguir aprendiendo. Quien es elegido como ganador del Oscar no lo es por un capricho egoísta de cualquier hijo de vecino, sino que es por haber sobresalió de los demás actores en su interpretación. Cuando hay examen para obtener alguna plaza de trabajo muchos son los llamados para obtener dichas plazas, pero solo los que se esfuerzan más que los demás pueden obtener la plaza y llamárseles elegidos. Entonces TODOS SOMOS LLAMADOS a la invitación de pasar la vida eterna con Dios, TODOS SOMOS LOS LLAMADOS a cumplir nuestro propósito en la tierra, TODOS SOMOS LLAMADOS a conquistar nuestro entorno para el reino de los cielos, TODOS SOMOS LLAMADOS a hacer excelentes profesionales, TODOS SOMOS LLAMADOS a conquistar a la chica de nuestros sueños... en fin... TODOS SOMOS LOS LLAMADOS pero sólo pocos son los que lo logran, LOS ESCOGIDOS.

LLAMADOS A SER LUZ

¡Quién no ha experimentado un apagón en su vida!, cuando las luces de la ciudad se apagan por diversos motivos, y quedamos en penumbras sin saber qué hacer,  anhelando que pronto regrese la ansiada luz. Es allí cuando reconocemos lo valiosa que resulta, ciertamente, la luz. Es como si de repente nos volviésemos torpes, como si no supiésemos caminar, como si la falta de luz nos obligara a conducimos a tientas, buscando reconocer los lugares ya conocidos, buscando encontrar alguna vela que nos alumbre; llegando, incluso a tropezarnos con cosas que han estado en ese mismo lugar desde hacía mucho tiempo.
Muchas veces en nuestro diario caminar, de un momento a otro, pueden llegar a nuestra vida, diversos apagones que nos desorienten de nuestro rumbo cotidiano. De un momento a otro puede llegar la oscuridad que ciega, que asusta, que oculta el camino por el que estábamos caminando. Sin embargo la Biblia dice en Mateo 5:14  que nosotros somos “luz en la tierra” eso quiere decir que no hay tinieblas en nosotros y que la oscuridad del mundo no tiene por qué afectarnos; eso significa que ante la llegada de un apagón espiritual no es necesario correr a buscar en las casas de otros las lámparas a kerosén o las velas para alumbrarnos, porque simple y sencillamente en nosotros hay LUZ. La Luz de Cristo está en nuestro corazón, y ella nos alumbrará el camino y servirá, además,  para alumbrar la vida de otros. ¡Qué maravilloso resulta el saber que somos esa luz que alumbra! y  qué gran responsabilidad, saber que nuestra lámpara no puede ocultarse debajo de la cama, sino que debe colocarse bien en alto, a fin que alumbre todos los rincones de este mundo.

Amigo lector, si Cristo está en tu corazón no temas las tinieblas que se avecinen, no temas a la noche por más oscura que esta sea, mira dentro de ti la Luz del Señor; pero si tu corazón  se muestra opaco y sin luz, hay esperanza también para ti, ven a la fuente de toda luz: JESUCRISTO y pídele que vuelva tu vida un faro que alumbre, aún  en medio de la más terrible oscuridad  de una noche tempestuosa. 

LA VOLUNTAD DEL HIJO, LA VOLUNTAD DEL PADRE



Mateo 7: 21-23: »No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?” Entonces les diré claramente: “Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!”
Entonces, así en el nombre de Cristo hagamos milagros, obremos en sanidades, demos a los pobres, asistamos al huérfano, a la viuda y al extranjero o al que no tiene techo, etc.,  todo eso no nos hace exentos de ser excluidos del Reino de los Cielos; y así obremos y aún hagamos mayores cosas que el Maestro no asegura que nuestro pasaje al paraíso ya este pagado.
Ahora, ¿Qué garantiza que el Señor de la mies nunca nos diga “jamás los conocí”? – Pues la voluntad del Padre. Entonces, para conocer la voluntad del Padre, debemos primero conocer la voluntad del Hijo. Son voluntades diferentes pero que se entrelazan muy bien.
·         La Voluntad del Hijo:
Todas las enseñanzas de Jesús concluyen que así como Él vino al mundo a enseñarnos que Él es el verdadero y único camino al Padre, nosotros debemos también enseñar que Jesús es el Único Camino al Padre y que por medio de Él el hombre puede reconciliarse con Dios. Esto es LA GRAN COMISION. Y para llevar a cabo esta tarea nos dio en su Nombre autoridad para echar fuera demonios; hablar nuevas lenguas; tomar en las manos serpientes, y si bebiéramos cosa mortífera, no nos haría daño; sobre los enfermos pondríamos las manos, y sanarían. (Marcos 16: 15-17). Entonces, podemos concluir que la voluntad del Hijo es que prediquemos el evangelio a toda criatura y a esto llamamos LA GRAN COMISION.
·         La Voluntad del Padre:
Por otro lado, la voluntad del Padre no es más que vivir en santidad, porque escrito está: “Sed santos como su Dios es Santo…” (Levítico 11:44; 1 Pedro 1:15-16).
Entonces, hay un deseo en común entre el Padre y el Hijo y es que NADIE PEREZCA, SINO QUE TODOS PROCEDAN AL ARREPENTIMIENTO” (2 Pedro 3:9), y este deseo se cumple cuando un pecador se arrepiente y acepta que Jesús sea el Salvador y Señor de su vida, decisión que conduce al hombre a estar reconciliado con Dios.
Pero después que el deseo o anhelo divino se logró en nosotros, viene una vida de compromisos, deberes y derechos espirituales con resonancia terrenal. Y en esos compromisos y deberes espirituales priman dos: la voluntad del Hijo y la voluntad del Padre.
Cuando empezamos nuestro caminar espiritual, un derecho que nos asiste es recibir cuidados y alimentos necesarios para un sano crecimiento, pero es deber en nosotros también que pongamos de nuestra parte para crecer. Lo ideal en nuestro desarrollo sería que desde el primer día de nacer de nuevo, pongamos en práctica la gran comisión, tal vez de una manera incipiente pero que, aún así, la pongamos en práctica.  Cuando en nuestro desarrollo espiritual hemos conseguido cierto grado de madurez en nuestro carácter personal, entonces, es momento de poner aun más énfasis a la gran comisión, y ahora no solamente predicando o publicando que el reino de los cielos se ha acercado y que el hombre puede reconciliarse con Dios a través de Jesucristo, sino también empezar a hacer discípulos, consolidándolos, fortaleciéndolos y, en su tiempo, enviándolos a hacer lo mismo. Entonces la voluntad de Cristo es la gran comisión, pero a la par también es nuestro deber, ser santos. La Biblia nos dice que sin santidad nadie verá a Dios (Hebreos 12: 14). Es bueno trabajar en la mies del Señor, es bueno gastarse en eso, pero si no vivimos una vida santa, si no buscamos santificarnos podremos ganar el mundo para Cristo y perder el alma, como dice Mateo 8: 36. Y para entender mejor este pasaje, el versículo anterior (vr.35) nos dice “que todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de Cristo y del evangelio, la salvara”- entonces, aquí no sólo nos habla que si estamos en persecución por Cristo o el evangelio, o si somos obreros afanados en la extensión del reino y por esa causa gastamos nuestros recursos físicos y materiales, ¡No! Estos versículos también nos aclaran la mente y abren nuestro entendimiento para descubrir que el Maestro nos habla de SANTIDAD. El infierno está lleno de predicadores, ministros, y conocedores del santo evangelio, pero, ¿Qué pasó con ellos? Es que como claramente nos dice Hebreos 12:14, SIN SANTIDAD NADIE VERA A DIOS, y varios textos bíblicos nos refieren de santidad y nos dicen que Dios viene por una Iglesia SANTA, sin manchas ni arrugas.
Pero, entonces ¿La gran comisión no es importante? – Sí, la gran comisión es importante e indiscutiblemente es algo que todos debemos hacer, pero la santidad es lo que nos llevará a ver el rostro del Señor y gozar de su presencia por la eternidad. Ahora, definitivamente no puedo decir que estoy viviendo en santidad o intentando hacerlo si no cumplo la gran comisión, porque  la gran comisión lo hacemos por obediencia al Maestro y si no lo estamos haciendo, si estamos postergando trabajar en ello, si estamos omitiendo y pasando por alto el comprometernos en hacer esa tarea, entonces, estamos en pecado de desobediencia, por lo tanto no andamos en santidad y como consecuencia estamos destituidos del reino de los cielos. Entonces, ¿Eso quiere decir que puedo trabajar en la gran comisión pero no ser salvo? – exacto, podemos ganar el mundo para Cristo pero al resistirnos a morir por su causa y por el evangelio, significa que no estamos en Santidad. Es verdad que al aceptar a Cristo en nuestros corazones Él nos santifica, pero la santidad es un constante, es una búsqueda diaria, es ofrecer todos los días nuestros cuerpos en sacrificio vivo; sacrificio que debe ser quemado con fuego, el Fuego del Espíritu Santo.

Hermanos, no nos engañemos a nosotros mismo, podemos ganar el mundo para Cristo, y perder el alma porque…  ¡SIN SANTIDAD NADIE VERÁ AL SEÑOR!
PEQUEÑO GIGANTE
(1 Samuel 17:45-47)
Pero David le contestó:
— ¡Y tú vienes a pelear conmigo con espada, y flechas y lanza! Pues yo vengo en el nombre del Dios todopoderoso, el Dios de los ejércitos de Israel, a quien te has atrevido a desafiar. Hoy mismo Dios me ayudará a vencerte, y te mataré y te cortaré la cabeza. Hoy mismo alimentaré a los buitres y a las bestias salvajes con los cadáveres de los soldados filisteos. ¡Y todo el mundo sabrá lo grande que es el Dios de Israel! »Todos los que están aquí se darán cuenta de que es Dios quien da la victoria en las batallas. Dios nos dará la victoria sobre ustedes, ¡y así sabrán que para triunfar, Dios no necesita de espadas ni de flechas!
David era un muchacho insignificante para muchos e incluso, también, para su propia familia, entre los hermanos de David había hombres de alta estatura, guerreros del ejército de Israel. Entre sus hermanos se encontraban hombres de hermoso parecer. David siendo el ultimo de la familia, no era el José amado y consentido de Jacob, sino, era el último; último en ser recordado, último en ser llamado. Era el mandadero de su padre, servidor de sus hermanos, el olvidado de la familia. Aparentemente, en nuestra actualidad, podemos decir de él que era el marginado y olvidado de su enorme familia. Pero, ¿Quién no ha sentido que a veces no pertenece a ningún lugar y muchos menos al seno familiar? ¿Quién no se ha sentido rechazado, olvidado y hasta discriminado?
David pasaba sus días en aparente soledad, abandonado al frio y al calor, abandonado y prácticamente entregado a la violencia que podían ejercer sobre él alguno o muchos hombres bandidos y malvados o hasta la propios animales silvestres y salvajes; violencia que a David pudo ocasionarle algún o muchos problemas psicológicos, físicos e incluso la muerte.
Tal vez si David hubiese vivido en nuestros tiempos, se deparaba para él un futuro lleno de inseguridad personal, traumas, complejos, se deparaba que sería un hombre temeroso, indeciso, enclenque y triste fantoche. O tal vez si David en medio de su aparente soledad y abandono hubiese optado por la delincuencia, las drogas o cualquier otro vicio, si hubiese optado por ser rebelde, un tipo sin sentimientos aherrojado a una retorcida y depravada maldad, la sociedad diría que el problema fue su abandono, la indiferencia de sus padres, que no le brindaron seguridad, amor, etc., etc., etc.…
Pero David llegó a ser uno de los reyes más poderosos y amados por su pueblo, e incluso el propio Dios dijo de él que era conforme su corazón. Entonces, ¿Qué hizo la diferencia para que David no creciera malogrado y lleno de falencias?
El insignificante y olvidado David, en medio del frio nocturno, de las incansables vigilias, del insufrible calor del desierto, del silencio y el cantor de los grillos y chicharras, en medio de todo eso, y en su corta edad, en la soledad; en su soledad y abandono, encontró la compañía divina, por medio de salmos y seguramente largas pláticas, algunas amenas, otras tristes, con Dios. Y en esos momentos, aunque el hombre le haya dejado a su suerte, era recordado por Dios y antes sus ojos, David, no era insignificante, no era un abandonado, era de alta estima, a tal punto de decir de él que era alguien conforme su corazón, y en total anonimato mandó a Samuel que lo ungiese como rey de su pueblo, rey de Israel.

Porque en medio de todo su presente y en aquella soledad que siempre es una mala consejera, se relacionó con Dios. Y como recita aquel dicho popular, dime con quién andas y te diere quien eres, David frente a su pueblo temeroso, frente a un gigante orgulloso que junto a su pueblo hacían escarnio de Israel, demostró que aunque aparentemente solo y abandonado, andaba con alguien, y demostró quién era… era un ¡GUERRERO DE DIOS!

DEJA IR TU "MOISÉS"


Cuando Dios llamó a Josué, lo hizo porque Moisés había muerto, porque Moisés ya no estaría allí para guiar al pueblo tal y como lo había venido haciendo durante casi cuarenta años. Ahora era el turno de Josué. Nuevas responsabilidades se presentaban para este joven. Una puerta amplia y espaciosa se abría frente a él. Pero ¿Estaba él preparado para asumir tal misión y responsabilidad? El relato Bíblico nos habla de un Josué que primero aprendió a confiar en Dios (Éxodo 14:5-9) y como tal se forjó en las batallas abrazando anticipadamente la victoria asegurada por Dios. Aprendió también viendo a Moisés dirigir al pueblo por el desierto, estando a su lado, aprendió a conocerlo aún más, absorbiendo sus enseñanzas y la forma en cómo Moisés se relacionó con Dios y su total dependencia para con Él; aprendió en la intimidad que se desarrolló en su cercanía con Moisés, aprendió de su soledad, de su silencio, de su llanto guardado en el corazón, de sus sinsabores, pero también de sus alegrías; de su risa reservada, de sus muchos sueños y latentes esperanzas;  aprendió a respetarlo, pero también a amarlo; aprendió de su sumisión para con Dios, de su temor reverente;  aprendió del dolor que provocaba en el hombre de Dios, la rebeldía de un pueblo necio que cada día olvidaba el amor que Dios sentía por ellos. Entonces podemos concluir que Josué sí estaba preparado para la tarea asignada por Dios, pero para ello era necesario dejar partir a Moisés.
En nuestra vida cristiana suele pasar lo mismo, se pueden abrir muchas posibilidades, muchas puertas para nosotros, pero para que eso ocurra, al igual que la muerte de Moisés, algo también tiene que morir en nosotros, algo tenemos que dejar partir, tal vez estamos acostumbrados a ser guiados por otros, a que alguien sostenga nuestra mano y nos ayude a caminar, tal vez somos hombres o mujeres que aún estamos acostumbrados a que sea otro y no nosotros mismos, los que peleen nuestras propias batallas. Quizás aún necesitamos de un “Moisés” que siga abriendo el mar de nuestros problemas frente a nosotros; que aún nos siga alimentando con maná hecho de sueños y pensamientos infantiles; que aún nos dé el agua que sacie nuestra sed; quizás aún queremos que alguien camine a nuestro lado en nuestro “desierto“ personal, que se juegue por nosotros, que esté dispuesto a dejarse matar por salvarnos del castigo divino. O tal vez hemos mantenido agonizante a ese viejo hombre que se resiste a morir, tal vez no hemos matado todo nuestro orgullo o a lo mejor aun mantenemos camuflada nuestra pecaminosa manera de pensar; o aun reposamos nuestros ojos en el pecado o guardamos sentimientos de odio, rencor y venganza.
Entonces, para que esa puerta grande y espaciosa llena de probabilidades y nuevos retos en el Señor se abra ante nuestros ojos, debemos primero “matar” aquello que aun corrompe nuestro corazón.


Deja morir al pecado, porque así como el grano cae a tierra y muere y como tal trae fruto, así Dios espera que te dejes morir a ti mismo para permitirle a Él crecer en ti, madurar y dar fruto  al treinta, sesenta y al ciento por uno.

VIVIENDO EL VERDADERO AMOR

¿Que es Amor? Hay muchos conceptos circulando acerca de lo que es Amor. Por aquí y por allá hablan de amor. Los poetas hablan de amor, los cantantes cantan al amor. Los jóvenes enamorados se prometen amor eterno. Pero básicamente, y en medio de tantas respuestas, nosotros creemos que Amor es: “Saber soportar, ser bondadosos, es no tener envidia, ni ser presumido, ni orgulloso, ni grosero, ni egoísta; es no enojarse ni guardar rencor, es no alegrarse de las injusticias, sino de la verdad. Amor es sufrirlo todo, creerlo todo, esperarlo todo, soportarlo todo” (D.H.H).
Ahora, cuando una pareja se dice mutuamente que se aman, lo que están diciendo en realidad es que mutuamente deben saber soportarse, deben ser bondadosos, que no se tendrán envidia, no presumirán ni el uno ni el otro, no serán orgullosos, ni entre ellos serán groseros ni egoístas; que por muy tensa que este la situación no deben enojarse ni guardar rencor, que no deben alegrarse si a alguno le sucede una injusticia. Cuando una pareja mutuamente se dice “te amo” lo que están diciendo es “a tu lado sufriré todo, creeré todo, esperare todo, soportare todo”, pero esto no significa que una mujer que es maltratada física o psicológicamente tenga que sufrirlo todo, ¡NO! Aquí, lo que quiere decir es que en las buenas y en las malas, en la juventud y en la vejez, en la salud y enfermedad, en la pobreza y riqueza, en los malos entendidos y en las reconciliaciones, estarán juntos.
También, cuando en tu congregación hermanos de la misma fe se dicen “te amo en el Señor” ¿Qué se están diciendo? Lo que ellos dicen es “hermano (a), nos soportaremos, seremos bondadosos, no nos tendremos envidia, no presumiremos él uno del otro, no seremos orgullosos, ni nos diremos o haremos groserías, no seremos egoístas con lo que tenemos; que pase lo que pase no nos enojaremos ni nos guardaremos rencor; que si algo injusto le pase al hermano, no nos alegraremos sino que nos gozaremos con él cuando Dios lo libre con su verdad; al decirnos entre hermanos “te amo en el Señor” lo que estamos diciendo es, sufriremos, creeremos, esperaremos y soportaremos todo juntos en el Señor”. Pero hay cristianos que no están amando de esa manera y abusan de aquel que si trata de  vivir lo que significa Amor y esto es porque su amor no es genuino.
Entonces, si cantando y orando le decimos a Dios “Señor te amamos”, lo que realmente le decimos es “Señor, soportare todo por tu causa, seré bondadoso con lo que te concierne y con mis hermanos y con aquellos que aun no conocen tu glorioso evangelio. Señor, no tendré envidia del ministerio y la prosperidad de mi hermano o del malvado, y si tu llegas a darme algo no seré presumido delante de ellos con tus bendiciones. Señor, no seré grosero con lo que te concierne, ni egoísta con tus bendiciones. Señor, no me enojare si no llegases a responder en mi tiempo, no me enojaré con mi hermano si éste me ofende y no me enojaré con el malvado si éste llegase a ultrajarme, ni les guardaré rencor. Señor, no me gozaré en las injusticias de nadie ni celebraré al injusto, sino que me gozaré siempre de la verdad. Señor, aunque no florezcan las higueras ni den frutos los viñedos y los olivares; aunque los campos no den su cosecha; aunque se acaben los rebaños de ovejas y no haya reses en el establo, yo sufriré, creeré, esperaré y todo lo soportare, porque sé que aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo Jehová mi Dios me recogerá”.

Finalmente, en estos tiempos cualquier "hijo del vecino" dice “te amo” pero si realmente amaran estarían dispuestos, hasta con su propia vida, de Saber soportar, ser bondadosos, no tener envidia, ni ser presumido, ni orgulloso, ni grosero, ni egoísta; no enojarse ni guardar rencor, no alegrarse de las injusticias, sino de la verdad. Sufrirlo todo, creerlo todo, esperarlo todo, soportarlo todo. 
No digamos a Dios  TE AMO  a la ligera, porque Él esperará de ti todo lo que Amor significa.

¡ÉL VIVE!...¡ÉL VIVE!...


¡El vive! ¡El vive!... si, él resucito, ¡él vive!
Las gotas de sangre mojaban las frías e insensibles piedras mientras con angustia de muerte dijo la hora a llegado. La copa no había pasado.
Horror en la tierra, las sombras de la noche en un traidor beso abrieron paso a la oscuridad. El hijo de perdición abrió el camino de la muerte y en un ilegal juicio la sentencia fue dictada, la vida fue el precio.
Canta gallo canta, canta la traición de aquel hombre que juro la vida daría por su Señor. Canta gallo canta, canta de aquel rostro piadoso que con poca apariencia humana miro al traidor con amor.
Delante de Pilato una multitud, ¡dejen libre al insurgente y para el blasfemo la crucifixión gritaban a gran voz!
Agua, tres veces limpia mi culpa y que la sangre de este inocente caiga sobre ellos y no sobre mí.
¡No había piedad, no había compasión! La sangre chorreaba, ¡el hueso estaba expuesto! Y en cada latigazo surcos de dolor desgajaban la carne del inocente Salvador.
Corona de espinas, sornas al gran Señor. Profetiza quien te golpeo y siente el dolor que la vara de caña en la cabeza te dejo.
De Cirene un varón cargó la Cruz de la redención. El sacrificio era inminente, como oveja al matadero y todos sin pastor.
¡Si Dios es tu Padre que venga a salvarte!
¡Padre! ¡Padre! Y volteando su rostro el Padre lo abandono.
¡Tinieblas! ¡Tinieblas! ¡Consumado es! Y hoy el ladrón con él estará en el paraíso.
Las sombras de la muerte el cielo oscureció. Y al entregar su espíritu la tierra tembló.
Los santos resucitaron y con agua y sangre alguien dijo que verdaderamente este era el Hijo de Dios.
Domingo por la mañana ¡Aquí no está el Señor! Corran mujeres, corran. Corran a declarar que Él resucito.
En terreno infernal del hades y de la muerte a Él las llaves le fueron entregadas. Triunfó sobre principados. Sobre potestades Él ganó. Y exhibiéndolos públicamente la victoria me dio. La muerte no pudo contra El ¡Jesús es el Señor!



DECÍDETE POR CRISTO


Quién de ustedes no se ha sentido sofocado un día en que pensaban que iba a hacer frío y finalmente a las pocas horas eran sorprendidos por un sol esplendoroso, y lo peor de todo es que tuvieron que caminar con toda la ropa de invierno que algunas personas suelen usar al atisbar una que otra ráfaga de viento. Y lo mismo sucede con quienes después de haber preparado todo lo necesario para pasar un genial día en la playa se ven tristemente sorprendidos por una neblina que arruina sus planes.
Hay muchas cosas de las que no podemos tener control, como los distintos cambios en la naturaleza, en el clima, no podemos detener el avance del tiempo, ni la salida del sol; sin embargo, Dios nos ha dado libre albedrio, es decir, decisión propia sobre nuestra vida y la forma en que nos conduciremos en esta tierra, de tal manera que no podamos decir que estamos sorprendidos por lo que en este momento nos acontece, sea bueno o malo, pues la Biblia dice que cada quien siembra lo que cosecha.
Amigo lector, Dios nos ha dado la libertad para decidir como viviremos hasta el último día que estemos en esta tierra, podemos y debemos tomar la mejor decisión, aquella que no nos permita llevarnos tristes sorpresas, incluso en el lecho de muerte. Hoy te animo a que te decidas por Jesús y hagas de este día, el día de tu encuentro con Dios.